Pestañas

lunes, 10 de febrero de 2020

Homenaje a Luis Ayala


* By Raúl Urbina - @verbavolant

Dice una leyenda que todos los nadadores buscamos desesperadamente el color azul. Al principio, buscamos el color azul dentro de las piscinas y seguimos la pauta de una línea que nos guía. Otras veces, buscamos el color azul en el mar, para disfrutar de la sana convivencia del agua con la espuma, que son el reflejo del azul del cielo y de las nubes. Por eso, según cuentan los que saben, hay nadadores que encuentran el azul definitivo navegando por el cielo.

Hace unos días, recibíamos una noticia muy triste: Luis Ayala, iniciador de la natación en nuestra ciudad y padre de nuestra amiga Yiya, había fallecido.

Luis Ayala nos dejó en 2019 unas palabras sobre sus comienzos en el agua:

“Mis primeras brazadas en el agua fueron durante los años de la Guerra Civil en la calle del Morco. Entonces, a la braza se le llamaba estilo marinero y se nadaba de lado. Después, ya más crecidos, mis amigos y yo íbamos a Los Trampones en el río Arlanzón, frente a la Cruz Roja (la actual clínica Recoletas). También nadaba en la Fuente del Prior en los años 40 y también, cómo no, en el conocido Pozo del Árbol Caído, en Castañares, donde nos zambullíamos alegremente y sin miedo en las cristalinas aguas del Arlanzón”.

A mediados de los años cuarenta, Luis Ayala descubrió el color azul del que nunca se separará. Fue con motivo de la inauguración de la Ciudad Deportiva Militar y la celebración del Campeonato de España de Natación en el año 1945 (los tres estilos oficiales eran braza, espalda y crol) cuando la afición de Luis Ayala por la natación comienza de verdad. Se creó en “La Deportiva” el primer equipo de natación y waterpolo en Burgos, Luis se hace nadador federado y gana la Travesía de la Laguna Negra.

Como dice la leyenda, el azul se contagia con afición, pero también con el cariño de las cosas que gustan y que están bien hechas. Por eso, Luis Ayala comenzó con la magnífica tarea de enseñar a nadar a los niños durante treinta años, primero en los campamentos de Quintanar de la Sierra, luego en los cursos de “La Deportiva”, que fue el primer recinto en Burgos con contar ese azul contagioso de las piscinas.  Cuando se inaugura la primera piscina municipal en Burgos, allí está Luis Ayala para enseñar a los niños a seguir esas líneas entre el azul de la piscina en la campaña “Ningún niño sin saber nadar”. Hizo compatibles su trabajo de funcionario con sus labores de socorrista (fue durante un tiempo el único socorrista titulado en Burgos) y de monitor de natación hasta el día de su jubilación.

La pasión por el azul no se limitó a los cursos de natación: fue el creador, junto con otros compañeros, del primer club de natación burgalés, el Club Arlanza y organizó la primera travesía del pantano del Arlanzón.

La vida y la natación eran para Luis una única cosa. No paró nunca de nadar. A sus noventa años, seguía haciendo 800 metros tres días a la semana en la piscina de San Agustín durante el invierno y en su querida piscina de La Deportiva en verano. Los ángeles (y todos los que disfrutaban viendo su estilo elegante, pasase el tiempo que pasase) cuentan que era un experto en el ejercicio que se llama “la bicicleta”, muy complicado para casi cualquiera y que él ejecutaba a la perfección. Nosotros, en el Club Natación Tizona, hicimos este ejercicio en su honor en un entrenamiento reciente.


Como decíamos al principio, cuenta una leyenda que todos los nadadores buscamos desesperadamente el color azul. Al principio, buscamos el color azul dentro de las piscinas y seguimos la pauta de una línea que nos guía. Otras veces, buscamos el color azul en el mar, para disfrutar de la sana convivencia del agua con la espuma, que son el reflejo del azul del cielo y de las nubes. Por eso, según cuentan los que saben, hay nadadores que encuentran el azul definitivo navegando por el cielo. Luis, desde hace unos días, nada en el azul del cielo. Y contempla con una sonrisa a cada niño que da sus primeras brazadas, a cada nadador que entrena para ser un poco mejor. Y seguro que sonríe con la satisfacción de nadador unida a la de padre cuando ve a su hija Yiya. Su legado, la pasión por el azul, sigue muy vivo en cada club de natación y, muy especialmente, en el Club Natación Tizona. Descanse en paz en el azul del cielo, reflejo de tantas alegrías.


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