Un
EQUIPO es más que un grupo de personas: los auténticos equipos tienen lazos de
unión, algunos de ellos muy visibles y otros no tan evidentes desde la
superficie.
Desde
hace muchos años, desde su fundación, el Club Natación Tizona ha sido un EQUIPO con todas las letras. La E de Empatía, que supone vivir y
experimentar las emociones, los sentimientos y el esfuerzo de los demás. La Q de Querencia,
esa propensión a querer el bien de los otros y la inclinación de las personal a
volver al sitio de donde proceden. La U
de Unión, por la que el resultado de
todos los integrantes de manera coordinada es siempre mayor que la suma de cada
una de las individualidades. La I de Ilusión, sin la que es imposible que
crezcamos de manera individual y colectiva, la P de Perseverancia, esa firmeza y constancia que hace que insistamos un largo tras otro, un entrenamiento tras otro, una competición tras otra. Y, claro, la O de Organización, ese
hilo sutil y no sujeto a casualidades para que todo esté en el sitio adecuado.
El
pasado sábado 14 de enero, los participantes del Tizona en el X Open de Natación Máster de
Invierno de Castilla y León tuvimos la ocasión de experimentar, una vez más,
una a una, todas juntas, las letras de la palabra EQUIPO en León. Ocurrió algo grande, digno de las ocasiones
importantes. No es solo el hecho de ganar el campeonato. No es solo el hecho de
que hubiese actuaciones individuales brillantes. Tampoco de ganar un número
determinado de medallas o de conseguir marcas. Es una competición y, claro
está, todo esto cuenta. Un equipo va más allá cuando ves a los compañeros
animando a los demás cuando otro está en la piscina. Cuando se recibe una
palmada en la espalda, cuando se choca la mano o cuando se da un abrazo porque
algo ha salido bien, pero también cuando se sabe que hay que dar ánimos porque
el resultado no era el esperado.
Empecemos
por el principio, con la reunión en San Amaro a las siete de la mañana para
salir hacia León. Caras adormiladas, capuchas puestas, gorros bien encajados,
guantes. Y caras de “por qué no me habré quedado en la cama”, pensamientos de “pero
quién me manda a mí levantarme a estas horas un sábado”. Y la ausencia de dos
compañeros. Pese a todo, va a ser una de las expediciones más numerosas del
club. En el paseíto hasta León, al menos, no nos ha acompañado la nieve, como
otros años. Luego llegas a la Palomera y hay dos momentos contradictorios: el
de la tensión y los saludos cuando llegas a los vestuarios y empiezas a
encontrarte con caras conocidas; el momento de entrar en el recinto de la
piscina y sentir toda la pereza del mundo para empezar el calentamiento. Vas
viendo las caras de los participantes de otros clubes, los rostros de los
compañeros. Hay que tener en cuenta que unos han estado ya en mil batallas como
esta y, para otros, es la primera experiencia. Creo que, por relajado que se
esté, no hay nadie que no sienta esa pequeña (o gran) tensión, que te atenaza
un poco los músculos, ese sentimiento que tienes de nervios que te llegan hasta
la cabeza. En seguida, llegan los momentos divertidos, las sonrisas y las
anécdotas.
No
hablaremos del viaje, de los que no callan ni debajo del agua, de los que
conducen concentrados en silencio. Y de los que permanecen relajados, durmiendo
a pierna suelta. Se cuenta que algunos ronquidos (fruto de los nervios, de la
paz o de la postura) se oían a diez kilómetros en los alrededores. Pero no
diremos el nombre de la pecadora.
Hay
mucho que contar, pero resumiremos la cosa: todo el mundo lleva algo para
comer. Cosas sanas, claro, menos el “desayuno” de Javito.
Después
de la jornada de mañana, toca la hora de la comida: pizzas y ensaladas para
picar, pasta para casi todos. Hay más de una, más de uno y más de tres que
saben que no tendrían que haber comido tanto, que las digestiones en una
piscina, y más cuando hay una competición, son muy duras. Pero el ansia puede a
la razón. Javito (otra vez) suele ser la
estrella de las siestas. Este año no tardó más de tres minutos en quedar
rendido al sueño en pleno suelo. Pero le acompañaron algunas compañeras. Con la
excusa de la relajación, se quedaron fritas en una pequeña colchoneta.
¿Qué
sería una competición sin la llegada del temido “pulpo”? Parece que no va a
estar, siempre llega. Y, si no, que se lo pregunten a Alejandro en los 200
mariposa.
En
la competición siempre se da esa sensación y alegría por la superación. Era
emocionante la emoción de María Fuertes cuando comprobaba que el esfuerzo y el
entrenamiento acaba mereciendo la pena. También es digna de elogio la habilidad
del disimulo empleada por Teresa y Ana Juarros para no ser descalificadas.
Siempre hay un despistado. Además de Marco (que suele estar en las nubes), está
el despiste mayúsculo. ¿Qué pasa si uno tiene que estar preparado para nadar
los 400 libres? Pues que está pendiente de la hora y de su serie para estar en
la cámara de llamadas. Eso le ocurre a todo el mundo, menos a Fernando, que
estaba tan tranquilo de cháchara con todos. Dani, recién salido del 200
espalda, tuvo que avisar que no era baja, que llegaba. Tarde, pero llegaba. Fue
el primer ejemplo de acuatlón con la carrera que tuvo que pegarse para llegar,
con robo de gafas incluidas. Algunos dicen que no tienes que dar más vueltas a
las cosas, pero el 400 libres da para muchas anécdotas. A algunas, se les hace
demasiado corto. Y, si no, que se lo pregunten a Tere, que finalizó con un
volteo pensando que la carrera seguía…
Hay
veces que pensamos que la pugna de las medallas por centésimas se encuentra en
las últimas series, pero acabará siendo recordada la victoria de Blanca en el
+70 femenino más disputado de la historia, por 16 centésimas de diferencia.
En
un equipo, están todos, los que nadan y los que no nadan. En este caso, le tocó
a Pedro, que estaba polilesionado, ejercer de ayudante, de asesor, de
“resolvedor” profesional de dudas, orden y horarios de las series. Y aguantó
como un campeón. Se merece unas cuantas medallas.
La
competición finalizó, una vez más, con la victoria del equipo.
Algunos
volvieron ese mismo día a su cara, pero otros, los más fiesteros, se quedaron
en León. María y Yiya, por un momento, sintieron lo que es que te den
esquinazo. ¡Qué duro resulta ser olvidado en un bar por tus compañeros! Pero
luego fueron a rescatarlas, claro.
La
animación no solo está en la piscina. ¿Qué animación puede superar a la de Ana
y Dani para que todo el mundo baile frenéticamente al ritmo de “Ser torero”?
Es
maravilloso descubrir lo que significa la esencia de la natación máster: un
grupo de amigos que disfrutan nadando, que aprenden muchas cosas que van más
allá de nadar. Da igual lo “bueno” que seas: siempre se aprende de los demás.
Habrá alguien que te dé un consejo técnico, que te ofrezca consejos para calmar
los nervios, que te consuele por un resultado que no es el esperado, que te dé
lecciones de perseverancia y de superación.
Esto,
que ya lo saben los que llevan más tiempo en el club, lo van descubriendo los
que llegan nuevos. Ser “tizonero” imprime carácter y sirve para mantener unos
valores comunes en los que la edad no importa. O sí importa, y se valora.
Alguno de los miembros fundadores va notando que su cuerpo no responde como
antes, que ya no gana su serie con la gorra. Los años no pasan en balde. Pero
eso no cambia la dinámica de un grupo de personas con la ilusión intacta. La
natación máster se nada en la piscina, fuera de la piscina, con agua y con
otras bebidas que se disfrutan en compañía. El ambiente del cloro es
importante, pero mucho más el clima amigable, sincero y amigable. El objetivo
es que todo el equipo se sienta a gusto.
En
una competición están los que están. Y los que no están. Algunos, por problemas
de última hora. Otros, por lesiones o por compromisos ineludibles. Otros,
simplemente, por que ya no están. Raúl Garrido, seguimos recordándote y
echándote muuuucho de menos.
Enhorabuena
y gracias, E-Q-U-I-P-O.