Como ya viene siendo tradición, un grupo de nadadores del CN Tizona se trasladó a tierras guipuzcoanas para participar en la Travesía Getaria-Zarautz, la más concurrida de todas las competiciones nacionales en aguas abiertas con 3 000 participantes, que llegaba en 2019 a la 49ª edición.
Los nadadores del Tizona que participaron fueron Daniel Martín Angulo, José Luis Pinto, Javier Rebé, Ana Rodríguez Morante, Mari Mar Rodríguez Nidáguila, Marcel Solà y Raúl Urbina, bien acompañados de Esther Losantos, siempre dispuesta a animar a sus compañeros de fatigas. Faltaban algunos de los clásicos. Por ejemplo, Antonio, que le asusta menos esto que las aguas del Cantábrico en esta competición en concreto:
Ahora en serio, obligaciones más importantes en su vida motivaron su ausencia, así que está disculpado.
El día previo fue de toma de contacto, con fotos de los participantes con la camiseta de nuestro querido equipo de baloncesto, el San Pablo Burgos. Abajo os dejamos unas cuantas de estas imágenes, pero comprenderéis que, de todas, destaquemos aquí una por encima de las demás:
El tiempo acompañaba y los ánimos estaban altos, así que dio para la foto de rigor a pie de plaza, cerca de la plaza Munoa, que es el epicentro de las actividades de la travesía. Todos sonrientes, como podéis apreciar.
Cogimos el autobús que nos llevaría al punto de salida en Getaria. Las caras seguían sonrientes, lo podéis ver, aunque siempre empieza a entrar ese "regustillo" en el estómago al pensar que todo ese camino hay que nadarlo de vuelta.
Al llegar al puerto de Getaria, entra el proceso grande de vacío y nervios. Vacío, porque te quedas literalmente con lo puesto (en este caso, lo puesto es el bañador y el gorro y las gafas a buen recaudo). Nervios, porque la hora de salida se acerca.
Todos los nadadores del Tizona estábamos perfectamente organizados en ese momento: Dani, con gorro dorado; Mari Mar, con el gorro negro; José Luis, Javi, Marcel y Raúl, con el gorro blanco. Y luego estaba Ana, que tenía gorro amarillo, pero le correspondía el gorro negro, pero inicialmente le habían asignado gorro rojo, tenía dos números de dorsal que, por supuesto, no coincidían con el del registro en la mochila. Todo claro, vamos.
Llegó el momento de la salida y las cosas fueron cambiando. En principio, porque cada año hay más que palabras en los primeros metros. Este año, porque nuestros nadadores notaron magulladuras hasta en el carné de identidad no solo en la salida, sino en varios puntos del recorrido. Pero ese solamente fue el aperitivo: un mar que iba cabreándose por momentos dificultó como ningún año la travesía: fuerte oleaje de costado que complicaba mucho el avance y que motivó que más de uno se metiese buenas dosis de agua salada entre pecho y espalda, y otros tenían más sensación de mareo que en el puerto de La Brújula.
El oleaje en la llegada y cierto punto de resaca no puso las cosas mejor en la meta. Dependiendo de las ganas de cada uno, la marea, eso sí, permitió liberarse del agua y poder correr un poquito hasta la meta.
Pero, aunque con peores tiempos en general respecto a otros años, allí nos plantamos todos en la meta, con la sensación del deber cumplido y la satisfacción de haber conseguido, un año más, nuestro objetivo.
El regusto del salitre y los moretones fueron olvidados pronto con la comida con los compañeros. Un breve apunte: el vino que nos sirvieron era tan "bueno" que nadie se atrevió más allá del segundo sorbo.
El próximo año la Getaria-Zarautz cumplirá cincuenta esplendorosas ediciones, así que se espera que un buen número de tizoneros se animen a participar... siempre que no haya leones a la vista.
Os dejamos algunas fotos más del día previo: