* By Raúl Urbina - @verbavolant
Dice una
leyenda que todos los nadadores buscamos desesperadamente el color azul. Al
principio, buscamos el color azul dentro de las piscinas y seguimos la pauta de
una línea que nos guía. Otras veces, buscamos el color azul en el mar, para
disfrutar de la sana convivencia del agua con la espuma, que son el reflejo del
azul del cielo y de las nubes. Por eso, según cuentan los que saben, hay
nadadores que encuentran el azul definitivo navegando por el cielo.
Hace unos días, recibíamos una
noticia muy triste: Luis Ayala, iniciador de la natación en nuestra ciudad y
padre de nuestra amiga Yiya, había fallecido.
Luis Ayala nos dejó en 2019 unas
palabras sobre sus comienzos en el agua:
“Mis primeras brazadas en el agua
fueron durante los años de la Guerra Civil en la calle del Morco. Entonces, a
la braza se le llamaba estilo marinero y se nadaba de lado. Después, ya más
crecidos, mis amigos y yo íbamos a Los Trampones en el río Arlanzón, frente a
la Cruz Roja (la actual clínica Recoletas). También nadaba en la Fuente del
Prior en los años 40 y también, cómo no, en el conocido Pozo del Árbol Caído,
en Castañares, donde nos zambullíamos alegremente y sin miedo en las
cristalinas aguas del Arlanzón”.
A mediados de los años cuarenta,
Luis Ayala descubrió el color azul del que nunca se separará. Fue con motivo de
la inauguración de la Ciudad Deportiva Militar y la celebración del Campeonato
de España de Natación en el año 1945 (los tres estilos oficiales eran braza,
espalda y crol) cuando la afición de Luis Ayala por la natación comienza de
verdad. Se creó en “La Deportiva” el primer equipo de natación y waterpolo en
Burgos, Luis se hace nadador federado y gana la Travesía de la Laguna Negra.
Como dice la leyenda, el azul se
contagia con afición, pero también con el cariño de las cosas que gustan y que
están bien hechas. Por eso, Luis Ayala comenzó con la magnífica tarea de
enseñar a nadar a los niños durante treinta años, primero en los campamentos de
Quintanar de la Sierra, luego en los cursos de “La Deportiva”, que fue el
primer recinto en Burgos con contar ese azul contagioso de las piscinas. Cuando se inaugura la primera piscina
municipal en Burgos, allí está Luis Ayala para enseñar a los niños a seguir
esas líneas entre el azul de la piscina en la campaña “Ningún niño sin saber
nadar”. Hizo compatibles su trabajo de funcionario con sus labores de
socorrista (fue durante un tiempo el único socorrista titulado en Burgos) y de
monitor de natación hasta el día de su jubilación.
La pasión por el azul no se
limitó a los cursos de natación: fue el creador, junto con otros compañeros,
del primer club de natación burgalés, el Club Arlanza y organizó la primera
travesía del pantano del Arlanzón.
La vida y la natación eran para
Luis una única cosa. No paró nunca de nadar. A sus noventa años, seguía
haciendo 800 metros tres días a la semana en la piscina de San Agustín durante
el invierno y en su querida piscina de La Deportiva en verano. Los ángeles (y
todos los que disfrutaban viendo su estilo elegante, pasase el tiempo que
pasase) cuentan que era un experto en el ejercicio que se llama “la bicicleta”,
muy complicado para casi cualquiera y que él ejecutaba a la perfección.
Nosotros, en el Club Natación Tizona, hicimos este ejercicio en su honor en un
entrenamiento reciente.
Como decíamos al principio,
cuenta una leyenda que todos los nadadores buscamos desesperadamente el color
azul. Al principio, buscamos el color azul dentro de las piscinas y seguimos la
pauta de una línea que nos guía. Otras veces, buscamos el color azul en el mar,
para disfrutar de la sana convivencia del agua con la espuma, que son el
reflejo del azul del cielo y de las nubes. Por eso, según cuentan los que
saben, hay nadadores que encuentran el azul definitivo navegando por el cielo.
Luis, desde hace unos días, nada en el azul del cielo. Y contempla con una
sonrisa a cada niño que da sus primeras brazadas, a cada nadador que entrena
para ser un poco mejor. Y seguro que sonríe con la satisfacción de nadador
unida a la de padre cuando ve a su hija Yiya. Su legado, la pasión por el azul,
sigue muy vivo en cada club de natación y, muy especialmente, en el Club
Natación Tizona. Descanse en paz en el azul del cielo, reflejo de tantas
alegrías.